Luis despertó muy nervioso, temprano en la mañana del último día de su vida. Había vivido cincuenta años preparándose para ese día, había pensado mucho y hasta escrito un poco. Había pintado un cuadro y se había casado. Había recibido consejos de su familia, de sus amigos, de sus colegas y de los curiosos, se había hecho famoso y había aparecido en la televisión. Había escuchado a doctores y sicólogos, y también a sacerdotes. Había leído la Biblia, había confesado sus pecados y había recibido la comunión. Había hecho todo, pero aún así despertó nervioso, muy nervioso. La verdad es que era muy comprensible que estuviera así, cualquiera lo estaría si supiera la fecha exacta de su muerte. Llevaba mucho tiempo planeando ese día; un día repleto de actividad, para distraerse, rodeado de su familia, y al final, una misa. Pero ese día había llegado, y no tenía ganas de hacer nada, quería estar solo. Se levantó de la cama, con...
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