Era de noche, no había nubes y la luna grande y brillante era la única iluminación en esa pequeña calle, la cual no tenía salida. Hildebrand se bajó del taxi, con cara muy seria y decidida. Pagó rápidamente al taxista y este salió a toda velocidad. Tras pagar, lo primero que pudo notar, fue el olor a putrefacción que emitía ese lugar y los constantes sonidos de disparos y gritos que se escuchaban por las cercanías, lo cual le causó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Comenzó a caminar, observando todo cuidadosamente, como si estuviera buscando algo. A su derecha, había lo que parecía ser un bar, la puerta, que era de madera, estaba podrida y tenía tres hoyos producto de algún tiroteo, al lado había una mujer apoyada, estaba con un chaquetón café que la cubría casi completamente y su cara excesivamente maquillada hacía dudar de su sexualidad. Giró su cabeza y bien al fondo logró distinguir una figura, había un hombre con la cara arrugada producto de sus largos años y ...