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Microcuentos

¡Digan mi nombre!

-¡¿Saben quién soy?! - Se estremeció de placer al escuchar la respuesta del público. Pero no lo suficiente como para satisfacerlo -¿¡Cuál es mi nombre?! - La sensación ahora fue insuperable, él era su ídolo, su salvador y su dios. Otra vez, lo necesitaba desesperadamente otra vez- ¡DIGAN... MI... NOMBRE!- Escuchó escondido entre el enardecido público como explotaba el sonido de su nombre, a petición de ese impostor que se había hecho con todos sus logros y, sin estar satisfecho, había terminado robándole la totalidad de su identidad.

Me gusta la tortura

El dolor no paraba, pero solo porque él no lo hacía parar. Nunca había llegado tan lejos, pero sentía el placer llegar de la misma forma que el dolor. Su familia no sabía nada de esto, no lo entenderían. Siguió un poco más hasta que empezó a asustarse, tal vez los daños serían irreversibles, su lengua ya estaba destrozada. Saco rápidamente de su boca el dulce áspero que tanto lo lastimó, la próxima vez sí se lo terminaría.

Olvidadizo

Algo andaba mal -cariño la comida se va a enfriar- Le dijo su esposa desde la otra habitación. Eso lo distrajo un poco, pero no le devolvió la tranquilidad, luego de unos segundos se rindió y suspiró - Ya voy- Se fue a sentar a la mesa con su familia y se dispuso a comer, pero no pudo, algo andaba mal. De repente se dió cuenta, esa no era su esposa, esos no eran sus hijos, pero había algo más, de hecho, ni siquiera tenía familia. Sí, algo definitivamente andaba mal.

Por qué escribo
No podría estar seguro, tal vez tendría retorcer en el tiempo hasta poder analizar mi infancia, pero es más que eso, puede que el gusto por escribir sea innato, independientemente de la calidad de la escritura. Aunque, luego de reflexionarlo y filosofar por lo que parece una eternidad, llegué a la conclusión de ahora estoy escribiendo solo porque el profesor del electivo me lo pidió. 


Antonio Larraín IVºB

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Bienvenida

12 de Diciembre en el Colegio Tabancura Hace calor y el año ya casi termina. El timbre resuena estridente por cada pasillo del colegio y treinta y seis alumnos entran en tropel para rendir el examen mas temido del año: física específica. Los treinta y seis transpiran helado y están muy nerviosos, piensan en lo poco o mucho que estudiaron, en como están a punto de empezar las vacaciones, o de como, por culpa de este examen, no entrarán a la universidad. Siguen caminando hacia la sala, pero, en un instante, dejan de ser treinta y seis y pasan a ser treinta y cinco... Uno de ellos ha escapado despavorido, sabe que le irá pésimo y decide que no vale la pena entrar a la sala... En un momento de distracción general, el alumno, nuestro alumno, corrió desesperadamente a las salas de entrevistas. Cuenta la leyenda que este alumno, cuyo nombre prefiero no revelar, entró en las salas y producto de un largo año de estrés escolar, cayó rendido en uno de los sillones. Nadie recuerda que sucedió...

Final

Por lo menos, quedé tranquilo. Había hecho todo lo que estaba al alcance de mi mano pero igual no se logró lo que quería, lo que queríamos. Me tendré que adecuar al nuevo presente o simplemente tomar el primer vuelo al otro rincón del mundo, esa idea me sedujo más... Agustin Eguiguren

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