¡Digan mi nombre!
-¡¿Saben quién soy?! - Se estremeció de placer al escuchar la respuesta del público. Pero no lo suficiente como para satisfacerlo -¿¡Cuál es mi nombre?! - La sensación ahora fue insuperable, él era su ídolo, su salvador y su dios. Otra vez, lo necesitaba desesperadamente otra vez- ¡DIGAN... MI... NOMBRE!- Escuchó escondido entre el enardecido público como explotaba el sonido de su nombre, a petición de ese impostor que se había hecho con todos sus logros y, sin estar satisfecho, había terminado robándole la totalidad de su identidad.
Me gusta la tortura
El dolor no paraba, pero solo porque él no lo hacía parar. Nunca había llegado tan lejos, pero sentía el placer llegar de la misma forma que el dolor. Su familia no sabía nada de esto, no lo entenderían. Siguió un poco más hasta que empezó a asustarse, tal vez los daños serían irreversibles, su lengua ya estaba destrozada. Saco rápidamente de su boca el dulce áspero que tanto lo lastimó, la próxima vez sí se lo terminaría.
Olvidadizo
Algo andaba mal -cariño la comida se va a enfriar- Le dijo su esposa desde la otra habitación. Eso lo distrajo un poco, pero no le devolvió la tranquilidad, luego de unos segundos se rindió y suspiró - Ya voy- Se fue a sentar a la mesa con su familia y se dispuso a comer, pero no pudo, algo andaba mal. De repente se dió cuenta, esa no era su esposa, esos no eran sus hijos, pero había algo más, de hecho, ni siquiera tenía familia. Sí, algo definitivamente andaba mal.
Por qué escribo
No podría estar seguro, tal vez tendría retorcer en el tiempo hasta poder analizar mi infancia, pero es más que eso, puede que el gusto por escribir sea innato, independientemente de la calidad de la escritura. Aunque, luego de reflexionarlo y filosofar por lo que parece una eternidad, llegué a la conclusión de ahora estoy escribiendo solo porque el profesor del electivo me lo pidió.
Antonio Larraín IVºB
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