Un hombre alto, de brazos largos y mirada cansada espera el metro en la estación, con un estuche de cello al hombro. Chirrido de frenos…¡Atención, se inicia el cierre de puertas!...viaje largo…¡la Moneda, próxima estación los Héroes! Escaleras. Rocío del “ventilador”. Paradero. Micro. ¡Bip!. Motores. Bocinas. Frenazos. Curvas. Los dolores de cabeza partían siempre igual. Entra en el sobrio departamento donde vive. No hay decoración. Solo una cama, además del baño y la cocina. Deja el cello en la esquina. Aspirina y a acostarse. No soportaría un evento más en el que tuviera que tocar el Canon de Pachelbel. Era realmente increíble que la gente pidiera lo mismo para todos los matrimonios y funerales. Habiendo tanta música. No es que fueran piezas feas. Era la repetición lo que les había quitado el brillo. Y en el colegio en donde hacía clases, las mismas pompas y circunstancias, los mismos wearethechampions, todas las graduaciones lo mismo. Cansado, cierra los ojos y trata de dormir. ...
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