La noche era fría y su cuerpo lo sentía. Fue a la chimenea, esa que con sus oscuros colores contrastaba con el abrasador fuego que solía ser su único acompañante en noches como esta, puso un poco de papel del diario del día anterior, que no tenía más que tristes noticias en sus grises paginas con tinta negra, ramas y un par de leños oscuros de arrugada corteza que había por ahí. Soplando un poco las pequeñas y rojas brasas que aun quedaban, logró encender el papel y éste a su vez encendió las ramas secas, que con sus llamas pudieron llevar a cabo el dificultoso trabajo de secar y prender esos húmedos troncos. Una vez pasado el frío, sintió como su estómago alegaba el hambre que sentía por medio de un fuerte sonido de tripas y una punzada que lo hizo detenerse un segundo antes de volver en si luego de haber estado unos minutos con la mirada perdida en el fuego, que bailando entregaba su calor reconfortante. Fue a revisar entre lo que tenía y no encontró más que un atún en aceite en...
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