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Mostrando entradas de mayo, 2016

Día del típico magnate

La noche era fría y su cuerpo lo sentía. Fue a la chimenea, esa que con sus oscuros colores contrastaba con el abrasador fuego que solía ser su único acompañante en noches como esta, puso un poco de papel del diario del día anterior, que no tenía más que tristes noticias en sus grises paginas con tinta negra, ramas y un par de leños oscuros de arrugada corteza que había por ahí. Soplando un poco las pequeñas y rojas brasas que aun quedaban, logró encender el papel y éste a su vez encendió las ramas secas, que con sus llamas pudieron llevar a cabo el dificultoso trabajo de secar y prender esos húmedos troncos. Una vez pasado el frío, sintió como su estómago alegaba el hambre que sentía por medio de un fuerte sonido de tripas y una punzada que lo hizo detenerse un segundo antes de volver en si luego de haber estado unos minutos con la mirada perdida en el fuego, que bailando entregaba su calor reconfortante. Fue a revisar entre lo que tenía y no encontró más que un atún en aceite en...

Viejas costumbres

Llevaba chaqueta y corbata, de muy buena calidad y mejor gusto aún. En el pasado había usado anteojos, ahora había ascendido- en su opinión- a lentes de contacto. Antes no sabía que habían cortes de pelo "caros"; ahora, con la testa impecable, tenía otro concepto de lo "caro". Para completar el estereotipo, ese día usaba un anticuado par de guantes blancos. Tenía un muy buen trabajo, por supuesto, pero mantenía vivas algunas viejas costumbres. Era ejecutivo de un importante banco, pero todavía conservaba el quiltro recogido de la calle que lo había acompañado en su ascenso. Podía comprar habanos auténticos, pero todavía fumaba los Hilton sin filtro de su juventud. Ese día, se encontraba caminando por una de las avenidas principales de su ciudad, de nombre irrelevante para nosotros e incluso para él. Había terminado de almorzar con un importantísimo cliente y se le veía rebosante de alegría: al parecer, le había ido bien. Paseaba, sencillamente; vagab...

Heráclito

Iba Martín caminando por el río y a sus costados soldados de verdes ropajes lo observaban. Pensaba para si mismo:  - "¡Qué tristes problemas! ¡Qué mal! ¡Qué pena! Acaso esos peces que pasan frente a mi sentirán mi amargura, mi olor a vergüenza. Ah, ya sé: si divido por cero ¡Si! ¡Ahí está la solución! Ahora entiendo a Russell. Por suerte la 502 me llevara a casa".

Mañana Agitada

Mañana Agitada    Luego de una lluvia torrencial que había azotado Santiago durante una semana, el sol comenzaba a salir por el horizonte en esa fría mañana de julio. Los autos, con una capa delgada de hielo encima, comenzaban a circular por la ciudad, la suave pero mortal brisa mañanera calaba hasta los huesos de hasta la más abrigada de sus víctimas; la escarcha en las plazas y el rocío en las hojas hacían ver aquella escena inmejorable de una capital descontaminada.   Como era habitual, Jacinto debía despertarse a las 6 a.m. para poder llegar a tiempo a su puesto de mozo en el lujoso hotel  Marrihot,  ubicado en la comuna de Ñuñoa.    El despertador comenzó a sonar, emitiendo una entrecortada frecuencia de la radio Cooperemos, junto a ruidos indescriptibles causados por la mala señal. Con un rápido pero torpe movimiento, logró apagarlo dándole golpes bruscos.   Ya medio despierto, pero con los ojos completamente cerrados, recor...

Carmen

Apenas vio la figura de la mujer aparecer en la vereda, se dispuso a llevar a cabo su labor. Con gran tranquilidad, sacó la cajetilla del bolsillo. Se rió levemente al observar las letras blancas que formaban el logo de Marlboro sobre el cartón rojo del paquete. Siempre compraba los mismos, y eso le parecía bastante bien. Eran fuertes, por lo que los consideraba muy adecuados para un hombre de su profesión. Con el cigarro en la mano, cruzó la calle y se acercó a la mujer para preguntarle con excesiva amabilidad: -Disculpe, señorita. ¿Tiene fuego? Se veía algo confundida, con la mirada perdida. No era difícil darse cuenta de que algo la tenía inquieta. Tras una breve pausa, reaccionó: -Sí, sí, espere un segundo. Rápidamente sacó un encendedor rosado de su cartera y le prendió el cigarro al sujeto. Enseguida, sin decir palabras, la mujer siguió su camino y entró al edificio de al frente. El misterioso fumador la observó saludar al portero, lo que le acabó de conf...

La muerte en los ojos

El hombre se baja con decisión de su deportivo descapotable recientemente comprado. Sus pasos resuenan a través del solitario estacionamiento, y sin saber bien a dónde dirigirse, revisa un mapa colgado en la pared. Urgencias, Rayos... Consultas, quinto piso. Camina hacia el ascensor y presiona el botón hacia arriba. Una agraciada mujer llega y saca su smartphone, espera. Esta, de unos veinte o treinta años, era de esa generación tipo que se ve tanto hoy día. Cargada de ansiolíticos de bajo calibre, evasora de responsabilidades y gran defensora de los "derechos", sin considerar los deberes asociados a estos. El ascensor demora, y el hombre, ya nervioso, dirige su atención a la pantalla, la cual le anuncia que el ascensor viene en camino. Mira su reloj, como si fuera atrasado y piensa, con morbosa ironía, que ni a su sentencia de muerte llegaría tarde. Diez minutos. Se sube al ascensor, y aprieta el número cinco. Se cierran las puertas y comienza a subir. ...

La espera

La espera  Sentado en el sillón, miraba nervioso el reloj blanco y redondo de la pared.  Movía la pierna derecha con la punta del pie,con ese típico movimiento de personas inquietas que no pueden no  hacer nada y que a tantos les molesta "porque sí". Pero él no era una de esas personas inquietas. Miraba cómo las manecillas del condenado reloj giraban, y escuchaba ese desagradable ruido constante del segundero, que con la espera parecen ser manecillas de minutos, y éstas últimas  de horas. Cuando no miraba el reloj lanzaba distraídas miradas a la casi solitaria sala. Una secretaria, de mediana edad, al parecer soltera, con aspecto de abuela (llevaba puestos un chaleco de lana y unos anteojos enormes con marcos azules que le daban un aire cómico, ya que sus ojos grises se veían saltones a través de los lentes), estaba sentada en su propia "oficina",  revisando atentamente algunos documentos en su computador, seguramente una lista de pacientes, o quizás sólo e...