“¡Gran Sorteo! ¡100 millones se rifan! ¡Participa ya!” decía el llamativo cartel en una calle poco poblada ¿Y si participo? – Me dije- ¡Podría ganar y hacer lo que quisiera! Confiado de mis “altas” posibilidades de ganar me encaminé a comprar mi “boleto ganador”.
Esa noche no podía dormir, una pregunta no se cansaba de dar vueltas en mi cabeza ¿Qué haría yo con 100 millones? Una pregunta que puede parecer muy fácil pero en realidad es muy difícil, 100 millones… tanto era lo que podía comprar… las posibilidades eran demasiadas, cada una más maravillosa que la anterior, a tal punto que ya se volvía imposible de elegir, finalmente parecía que hiciera lo que hiciera, comprase lo que comprase, perdía mucho y ganaba muy poco. Para una persona como yo, que lo usual es no tener más de mil pesos, y aun así pasaba largas odiseas frente al quiosco decidiendo que comprar, si eso ya era un desafío Ignaciano, ¡Cómo sería con 100 millones! ¡Sería un desastre, me destruiría! Habiendo adquirido una cosa, lo único que pensaría sería que no estaría adquiriendo otra igual o aún mejor, y así continuamente, ¡Ojalá no gane! Lo que pensé que sería un premio que me haría más libre, lo que realmente haría sería coartar mi libertad y dejarme en ruinas.
A la mañana siguiente me encaminé a ver los resultados, más nervioso que pescado en Semana Santa, -¡Que alivio!- pensé al verlos- sigo siendo, en cierto sentido, libre.
Esa noche no podía dormir, una pregunta no se cansaba de dar vueltas en mi cabeza ¿Qué haría yo con 100 millones? Una pregunta que puede parecer muy fácil pero en realidad es muy difícil, 100 millones… tanto era lo que podía comprar… las posibilidades eran demasiadas, cada una más maravillosa que la anterior, a tal punto que ya se volvía imposible de elegir, finalmente parecía que hiciera lo que hiciera, comprase lo que comprase, perdía mucho y ganaba muy poco. Para una persona como yo, que lo usual es no tener más de mil pesos, y aun así pasaba largas odiseas frente al quiosco decidiendo que comprar, si eso ya era un desafío Ignaciano, ¡Cómo sería con 100 millones! ¡Sería un desastre, me destruiría! Habiendo adquirido una cosa, lo único que pensaría sería que no estaría adquiriendo otra igual o aún mejor, y así continuamente, ¡Ojalá no gane! Lo que pensé que sería un premio que me haría más libre, lo que realmente haría sería coartar mi libertad y dejarme en ruinas.
A la mañana siguiente me encaminé a ver los resultados, más nervioso que pescado en Semana Santa, -¡Que alivio!- pensé al verlos- sigo siendo, en cierto sentido, libre.
Comentarios
Publicar un comentario