Salí de clases después del último timbre y
empecé a caminar hacia la esquina. Caminaba lentamente porque sabía que la
liebre me iba a dejar. La verdad es que nunca me preocupó mucho el llegar a
tiempo, volviéndome a dedo me demoraba menos. Aun así, me desagradaba hacer
dedo. Uno tiene que ser proactivo y carismático. Además está la incertidumbre de que no te lleven
en un buen rato. Quizás mi cara no se veía lo suficientemente proactiva a esa
hora. El día había sido especialmente largo y el almuerzo no había sido un
consuelo como casi todos los viernes.
Domingo Valdés
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