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La memoria no perdona

         Nunca pensó que lo ocurrido hace unos diez años tuviera alguna repercusión en su vida. Ahora estaba sintiendo el trauma, no podía dejar de pensar en ello. No se concentraba, estaba perdiendo la habilidad en los negocios que tanto admiraban en la empresa. Uno tras otro fue cometiendo errores en el trabajo, hasta que al cabo de dos años ya no tenía empleo, tampoco dinero. ¿Que significaba eso? ¿Tendría que volver con aquella chusma de narcotraficantes y pedofilos que algún día fueron sus amigos? Probablemente a ellos también los había perdido, ya que lo ultimo que les dedicó no fueron mas de dos minutos y un hasta nunca. Recordó a su familia mientras unas lágrimas querían abandonar sus ojos. Su hermano mayor era a quien más anhelaba volver a ver. Él fue su amigo, su protector, incluso lo llegó a catalogar como su ángel de la guarda.                                                                                                                                                              Aunque la relación con sus padres siempre fue nefasta, se dio cuenta de que cuanto hicieron por él tenía más valor que todo el dinero que amasó en su cuenta corriente cuando la historia todavía no hacia efecto en su vida. Él siempre creyó que los castigos sin salir los fines de semana o las suspensiones de mesada eran muestras de ese odio que inventó sus padres sentían por el, y cuando alguien preguntaba por su familia, el reía burlándose de ellos.  Tarde. Tarde se dio cuenta de que todo eso que hacían era fruto del amor de padres por querer educar a su hijo. La multitud de lagrimas que querían salir se agolpó cuando recordó la despedida que tuvo con su familia. "Perra". Esa fue la última palabra que le dirigió a la mujer cuya vida giró en torno a la suya. Ahora, sólo el tenía la culpa de haber perdido la oportunidad de pedirle perdón a quienes tan injustamente trató. En los diarios había leído que el infierno creado por el incendio en su hogar les había brindado una muerte lenta y dolorosa. Las crudas imágenes de los restos calcinados recorrieron su cabeza. Un llanto profundo, desgarrador y constante  inundó su ser. Ya no quería vivir.
         Alguna vez escuchó a su madre hablar de que el suicido era incluso más cobarde que cualquier miseria hecha por algun hombre. En ese entonces se rió al escuchar a esa "retrógrada" hablando de temas religiosos. Pero ahora, esa frase era lo único que lo ataba a la vida terrenal.




Benjamín Turner

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