¡PUM! Estruendo, relámpago, bala. Ahí estaba, saliendo del arma, siguiendo una autopísta aérea sin límite de velocidad, directa a mi corazón. De la punta del cañón a mi motor vital, sin peajes, sólo ida. Sin embargo, la veía aproximarse lentamente. Lenta, inevitable, abrumadora y mortalmente.
Inamovible.
Indesviable.
Inesquivable.
Instintivamente intenté hacerme a un lado. Sabía que ese balazo significaba algo más que una simple muerte, y ese algo más yo trataba de eludir. Quizás no quería listo para morir. Quizás era muy temprano. Son temas que los asesinos no se cuestionan antes de actuar. Por más que la veía avanzar, mis piernas no respondían. La taquicardia llega a mí antes que el plomo. ¿Era realmente así de largo éste preámbulo fatal?
GAME OVER
Ocho letras inundan la pantalla. Ocho minutos para las doce. Hora de acostarse.
Matías Teófilo Correa
IV°B
Comentarios
Publicar un comentario