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Sobre el Arte

            Un día el maestro Bethoveen fue invitado a tocar el piano a una reunión burguesa, el abrió  la tapa del piano como de costumbre y se dispuso a tocar cuándo tomó conciencia de que sus auditores no se disponían a oír su obra y apreciarla en su calidad artística, si no que simplemente deseaban tenerla de sonido de fondo. Fue entonces cuando el maestro Bethoveen cerró la tapa del piano con violencia y se marchó a su casa.
            Yo no pretendo en estas líneas dar una descripción de lo que es el arte, pues me párese que este habla por sí solo y que alberga en sí mismo una buena medida de misterio, cosa que lo hace indefinible con palabras. Basta sólo admirarse al contemplar la Capilla Sixtina  de Miguel Ángel o escuchar las sinfonías de Bethoveen y leer el Quijote de la Mancha, eso señores es arte y todo la palabrería que se diga sería un cientifisismo vacío. Lo que pretendo hacer en el presente ensayo es cerrarle tapa del piano al igual que Bethoveen a todos esos hombres que como los Burgueses no son capaces de sentarse a contemplar una obra de arte, si no que la tienen como música de fondo. No tratare lo que es el arte, si no lo que no es.
            El arte jamás será un panfleto idiologico por el cual el Artitsta pueda convencer con bellos adornos en sus palabras a que otras personas adineraran a su filosofía, mediante sus obras. El arte no puede estar al servicio de filosofía ni ideología alguna, de lo contario se transformaría a este en un simple adornador del conocimiento, en un medio para propagar el conocimiento al igual como lo es el lenguaje pero se dejaría el verdadero sentido que comunicaba al maestro Bethoveen con su piano, ese sentido que hace al artista comunicarse con la belleza misma, una belleza que no proviene de una concepción humana  ocupada de las formas y los pormenores de las estructuras artísticas, no la belleza del arte es una belleza Divina. He escuchado un sinnúmero de veces la canción de las casitas del barrio alto de Víctor Jara, pero jamás podría considerarla como arte puesto que es pura propaganda ideológica.
              Otros individuos han sostenido que el arte es un mero adorno de la realidad para hacerla mariposamente más bonita, han reducido la grandeza del misterio de la belleza trascendente para adornar un par de necedades como son el vuelo de un pájaro o la caída de una oja, de ahí que se ha reducido a la poesía a un simple juego de lenguaje en las palabras, quitándole toda gracia al poeta como hablante mítico y como el hombre capaz de dar el más bello de los discursos.
            Los anteriores han reducido en cuantiosas ocasiones al arte en mero instrumento tal cual lo es un martillo o un celular, un medio para lograr una meta específica, arte vanal y sin sentido, arte que dista a kilómetros de la Capilla Sixtina o de las sinfonías de Lunding Van. Pero existe un tipo de artista que ha degradado el arte en la máxima decadencia y destrucción que de este ha llegado hacerse
Individuos que lo han reducido a una mera bitácora de sus experiencias drogadictas. Lo que les interesa ya no es el arte, no es la poesía ni la pintura ni la música o la literatura, lo que les interesa es la droga y escaparse de esta vida maravillosa para dar cuenta de ello en un par de palabras artísticas. Como sí en el hombre no hubieran aventuras suficientes para crear arte. Esos hombres no son artista, la droga lo es por ellos.
            Los poetas románticos Ingleses tuvieron en sus distintos exponentes un dejo de cada uno de estos postulados, evitare calificarlos en sus nombres pero destacaré que  hubo uno que uso el arte para transmitir su ideología, otro que lo uso para adornar cualquier estupidez que se le ocurrió y un último que ocupo el arte como bitácora de sus experiencias drogadictas. Creo que sí el maestro Bethoveen se uviera topado con estos poetas, lo más probable es que les cerrara la tapa del piano con violencia.

Bernardo Fontaine

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